miércoles, 27 de julio de 2011

DISCURSO LANZAMIENTO CHIN Y CHUN Y EL SEÑOR NO

 Quisiera, primero que nada, agradecerles su presencia aquí. Cada uno de ustedes es parte fundamental de este proyecto que hemos materializado Javiera y yo, pues los destinatarios de este libro son ustedes: todos los niños y niñas, y los que algún día lo fueron y no lo han olvidado.
También quisiera dar las gracias a todas las personas que nos acompañaron en este proceso, ayudándonos de variados modos. Bien alentándonos frente a las dificultades y dándonos sabios consejos o siendo los primeros en celebrar un avance. Y es que nada es más reconfortante que la alegría.
Y de alegría es que hemos querido impregnar nuestro libro. No pretendemos con él aleccionar a los niños en ninguna materia. Ellos ya tienen bastante cada día con los padres y profesores instruyéndoles en distintos temas, desde cómo hacer una suma hasta no hablar con la boca llena. Con nuestro libro hemos querido poner al alcance de los niños un objeto que, lo que dure su lectura, les permita hacer un “paseo” que los divierta y los haga reflexionar. Nada más.
Y como deseamos que sean muchos los niños y niñas que puedan vivir esta experiencia, además de la red de distribución en librerías y tiendas a lo largo del país en donde nuestro libro se venderá y buscando que el no poder adquirirlo no sea una barrera, hemos dispuesto, dado nuestro interés, compromiso y amor por la lectura, facilitar el acceso gratuito a otros niños y niñas mediante la donación de, además de los 500 ejemplares destinados al Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y su red de bibliotecas adscritas y no adscritas a la DIBAM, la entrega de 63 ejemplares a las bibliotecas Bibliometro, en sus 21 sucursales en Santiago, 20 ejemplares a BibliotecaViva en sus 10 sedes a lo largo del país y 5 ejemplares a esta, la Biblioteca de Santiago.

De otra parte, quisiera recodar a todos los adultos que buscamos incentivar el amor por los libros en nuestros niños y niñas, que la lectura es un proceso gradual y muy personal. Por ello, quisiera mencionar algunos de los Derechos de los Niños Lectores. Esta es una síntesis personal a partir del documento “Hacia unos derechos de los niños lectores” de Francisco Hinojosa y “Derechos de los niños a escuchar cuentos” de la Asociación colombiana del libro infantiles. Dice así:
ü  Todo niño, sin distinción de raza, idioma o religión, tiene derecho a escuchar los más hermosos cuentos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.
ü  Todo niño tiene pleno derecho a exigir que sus padres le cuenten
cuentos a cualquier hora del día. Aquellos padres que sean sorprendidos
negándose a contar un cuento a un niño, no sólo incurren en un grave delito
de omisión culposa, sino que se están autocondenando a que sus hijos jamás
vuelvan a pedir otro cuento.
ü  Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente
cuentos, tiene absoluto derecho a pedir al adulto de su preferencia que se
los cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo hace con amor y ternura,
que es como se cuentan los cuentos.
ü  El niño tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así
como modificar los ya existentes creando su propia versión.
ü  El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en
la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos relatos, propios o no,
con o sin reyes, largos o cortos. Lo único obligatorio es que éstos sean
hermosos e interesantes.
ü  El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le
cuenten un millón de veces el mismo cuento.
ü  Todo niño tiene derecho a ser el real dueño de su libro (como debería serlo de su muñeca o de su bicicleta) y podrá hacer con él lo que quiera: las manchas de mermelada, los dibujos o coloreados que haga sobre sus páginas no le restarán nada a las historias: el embalaje, averiado, personalizado y propio, ganará en congruencia: mi libro no es el libro de mi mamá.
ü  Todo niño tiene derecho a leer sin prelecturas. Si bien un libro pudo haber sido escrito sin ninguna intención didáctica, los padres o maestros suelen encontrar en ellos una o varias enseñanzas. Y al terminar la lectura de un cuento preguntan inevitablemente: ¿cuál es la moraleja? Una vez encontrada (hay maestros capaces de hallar una enseñanza moral en una receta de cocina), releen la historia bajo la óptica de “la lección que ha querido trasmitirnos su autor”. Para ellos, el escritor está más emparentado con la enseñanza que con la creación. Por lo tanto todo se reduce a un truco malévolo: los cuentos son lo de menos, lo que importa es el mensaje. Por favor, no caer en este error.
ü  Todo niño tiene derecho a NO traducir los cuentos en actividades.
El único fin que persigue un cuento, un cuento literario, valga la redundancia, es el disfrute que de él tenga el lector. Nada más. Se ve muchas veces en las escuelas a niños lectores, buenos lectores, fastidiados por tener que escribir o dibujar a propósito de lo leído. A veces sólo quieren releer o conocer otro cuento semejante. La labor fundamental de un educador o un padre ante el niño, en relación con la lectura, quizás sea la de hacerle de celestino: los presento: él es Felipe, ella es Sofía y este es Chin y Chun y El Señor No. Los dejo solos. Allá ustedes si se entienden.
Por último, quisiera terminar estas palabras abordando la que quizás debería haber sido la primera pregunta ¿Qué nos motivó a hacer este libro? La respuesta es que queríamos conversar con ustedes. Y es que un libro, aunque no lo parezca a primera vista, es una conversación que tiene lugar mientras se van dando vueltas las páginas.
Esta conversación, por lo demás, puede resultar entretenida, fascinante, aburrida, inquietante, tediosa o conmovedora. Yo he tenido la suerte -que espero todos hayan tenido alguna vez- de tener, al leer un libro, conversaciones que me cambiaron la vida. A este respecto, quisiera pedirles algo para ejemplificar lo que digo. ¿Podrían levantar la mano las personas que conocen un Cronopio? Yo no fui la misma desde que leí el libro donde Julio Cortázar los menciona. De hecho, a quienes no conocen los Cronopios, puedo decires que hay un pedacito del mundo real que se han perdido. Pues entre tantos misterios, la literatura posee la capacidad de valerse de la ficción para iluminar nuestra realidad cotidiana. Como tan bien dice Juan José Millás, “La palabra es en cierto modo un órgano de la visión. Cuando vamos al campo, si somos muy ignorantes en asuntos de la naturaleza, sólo vemos árboles. Pero cuando nos acompaña un entendido, vemos, además de árboles, sauces, pinos, olmos, abedules, nogales, castaños, etcétera. Un mundo sin palabras no nos volvería mudos, sino ciegos; sería un mundo opaco, turbio, oscuro, un mundo gris, sombrío, envuelto en una niebla permanente. Cada vez que desaparece una palabra, como cada vez que desaparece una especie animal, la realidad se empobrece, se encoge, se arruga, se avejenta. Por el contrario, cada vez que conquistamos una nueva palabra, la realidad se estira, el horizonte se amplía, nuestra capacidad intelectual se multiplica”
 
Muchas gracias








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