lunes, 20 de junio de 2011

Y AHORA ¿QUIÉN PODRÁ DEFENDERME? SÍ: WISIN Y YANDEL!

Una de las cosas que se me ha hecho más difícil en este tiempo dedicado a la creación literaria, es tener la serenidad para respetar los tiempos y pasos que le son propios. Yo tengo mi particular modo de inspiración y trabajo, que básicamente consiste en caóticos períodos de arrebato creativo que me dejan exhausta a lo que le sigue una etapa de vacío que me angustia hasta las orejas. Con este aspecto ya estaba más o menos acostumbrada (en rigor, es más exacto decir resignada).

Pero en este último tiempo de mi trabajo con Javiera en nuestro libro infantil ilustrado, he debido aprender mucho…de futbol. Le debo muchas cosas a un amigo entrañable, en particular su mirada futbolística de la vida. Gracias a él, he aprendido a tener algo que podría asimilarse a la confianza de un jugador de futbol que sabe que un partido no se termina hasta… que se termina.

Parece una obviedad. Lo sé. Pero para las personas como yo, depender de otros para el logro de un objetivo, suele desgastarme una enormidad.  Por momentos creí que no podría seguirle el ritmo a nuestra supervisora de proyecto, a la misma Javi, o a nuestra editora. Y de sólo pensarlo, me enredaba entera para cumplir con los requisitos para hacer un informe financiero, preparar un lanzamiento, hacer las gestiones de promoción o tratar con la imprenta. Pero para mi sorpresa, voy pudiendo y , sobretodo, a pesar de los pitazos, el cansancio, los errores, las dudas y las discutibles intervenciones del “árbitro”. Al respecto, una anécdota pa´que se rían: la semana pasada me la pasé persiguiendo por mail y teléfono a nuestra supervisora de proyecto. Necesitaba que me aclarara a qué atenerme respecto de una fecha clave de rendición de informes de actividades y platas. Había mandado una consulta formal al Consejo del Libro –para los que no sepan, hay que respaldar hasta los suspiros- y me llegaron dos respuestas (¡!). Cuando logré dar con ella y le pedí aclaración, me dijo que el error se debía posiblemente a mí (¡¿?!) ya que habían llegado dos cartas, cosa por lo demás curiosísima porque yo sólo mandé una!

También he debido hacer frente a imprevistos, hechos inesperados que te asaltan justo cuando queda a tu alcance la pelota, solita rebotando frente al arco,  y que bastaba un leve puntapié para que hicieras tremendo gol. Así estaba yo el miércoles, camino a una reunión con alguien de un medio impreso que, si le caía yo en gracia, podría darnos un espacio de publicidad para promover nuestro libro. Iba feliz, lista y preparada. Contaba con una hora (más que suficiente) para llegar de La Reina a Providencia. Arranqué por la izquierda a toda velocidad y tomé justo a tiempo la micro 429, que se va por Tobalaba. Cuando llegamos a la intersección de Tobalaba con 11 de Septiembre, yo iba reflexionando en la curiosa ley patafísica que rige las excepciones (como ven, me ocupo de cosas realmente importantes) y, claro, seguí de largo. Pero no me alarmé, pues todavía estaba a tiempo de llegar a mi reunión aunque caminara un poco más. Así es que, tralalí, tralalá, me paré al lado de la baranda donde está el timbre para bajarme en la próxima parada. Pero, como dicen en los cuentos, cuál no sería mi sorpresa cuando el ogro que manejaba me dijo a grito pelado que dejara de tocar el timbre porque la próxima parada estaba…en El Salto (¡!!!!!) ¿Se dan cuenta? Estábamos en una luz roja, yo todavía podía ver el letrero del metro Tobalaba y el chofer me decía que sólo podía bajarme en Recoleta.

Sí, exactamente: casi me desmayo. Estaba pálida como papel y por más que le pedí al tipo que entendiera mi error, que en ninguna parte avisan el último paradero de providencia, que no lo sabía porque no suelo usar esa micro, la cara del chofer seguía dura como pata crúa. Tampoco le importó que contara con el apoyo de la gente que le empezó a chiflar y reclamar (yo creo que conmovidos por mi cara y comportamiento de Carmela). “Vai a tener que esperar no mah”, fue la amable respuesta de Sherk. “Ah, y déjate de tocar el timbre!”, agregó con voz melodiosa.

Quedé estupefacta. Después me vino la furia (entonces y ahora, vaya un saludo a los creadores del Transantiago) y desee con todas mis fuerzas dejar aturdido al chofer con un cabezazo a lo Zidane. Evaluando mis reales posibilidades al respecto y sobre todo que no tengo interés en dejar huérfanos a mis hijos, opté por resignarme. Además, no estaba dispuesta a que el chofer me tratara mal, así es que saqué mi celular para llamar y cancelar mi cita. Estaba en eso cuando el timbre volvió a sonar (casi me meo). El chofer me miró con odio y cuando iba a abrir la boca para insultarme, del fondo de la micro se escucha un estereofónico “Abre la puerta, hueón”, que nos dejó a todos mudos, incluido el chofer. Doy vuelta la cara y no era el Chapulín Colorado. ¡Eran Wisin y Yandel! Para los que no los conocen, puedo dar fe que yo veía con estos ojitos que tengo, a dos macizos muchachos con la misma pinta de los famosos reguetoneros (guapísimos, por lo demás). Y claro, ante ese par de sólidas razones, el chofer no se demoró un segundo en abrir la puerta. Ni sé cómo me bajé. En la vereda, yo sólo tiritaba con el susto de imaginarme la que podría haber sido una batalla campal. Wisin y Yandel partieron caminando muertos de la risa y se despidieron de mí con el pulgar levantado (me despedí, igual).

Evidentemente, llegué a mi reunión atrasada y –menos esperable- con un ataque de risa que malamente pude controlar. Yo creo que a mi interlocutor le pareció que yo era una descerebrada. Veremos. Pero la verdad, no me importa. Si no es por aquí, será por allá. Demasiadas veces he visto que las cosas dan un vuelco, que quienes se suponía nos ayudarían, no lo hacen y de quien menos esperamos apoyo, mueven montañas por nosotras. Por eso si esta posibilidad no resulta, es solo un hecho del camino, sólo un par de minutos de los 90 de este partido. En fin, lo que realmente importa y que a mí me tiene satisfecha de este último tiempo es que he descubierto que puedo tener nervios de acero –pueden entrenarse, vaya sorpresa- y con Javiera vamos en el segundo tiempo con marcador a favor: las bellas ilustraciones ya están siendo trabajadas por nuestra editora y en cuestión de días, entrarán a imprenta. Así es que ya no me desanimo frente a las dificultades. Está visto que queda mucho por jugar (en este proyecto, en la vida) antes de que suene el pitazo final. 

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