jueves, 24 de marzo de 2011

RECORDIS

Con Javiera hemos estado trabajando en las “escenas” que serán ilustradas en las páginas del libro. Aunque “trabajar” no es la palabra más apropiada porque si bien destinamos varias horas a ello, la sensación que queda es más de “descubrimiento”: los personajes, los detalles, los gestos van “apareciendo”, sorprendiéndonos a nosotras primero que a nadie. En fin, Chin y Chun crecen a pasos agigantados, lo cual me conmueve profundamente. Supongo que a cualquiera que ponga el corazón en conseguir algo y vea como ese algo se convierte en realidad, le pasa lo mismo. No sé a ustedes, pero siento que eso me pasaba más seguido cuando era niña. Y este “recordarme” cómo se siente conseguir un anhelo de los auténticos (no las botas de moda ni un Iphone4), me hace esbozar una sonrisa que me acompaña desde hace varios días.

Por si fuera poca mi alegría, el martes recién pasado recibí un reconocimiento por uno de mis cuentos. Más allá del diploma o la retribución económica, lo que me pone tan feliz es el hecho de que para alguien, en algún lugar, mi relato fue conmovedor.

La premiación fue en Viña del Mar a las siete de la tarde, así es que tuve que partir temprano, previa organización logístico-doméstica digna del mejor estratega (entre otras cosas, y como la Ley de Murphy nunca falla, se enfermó mi niña). Como siempre –y nunca me canso de agradecer- mis amores me ayudaron en diversos e importantes aspectos. Físicamente, me acompañó mi hermana menor, quien con sus escasos 48 kilos es capaz de encarnar a una barra de estadio en pleno. A ella le llevo once años de edad, pero la vida me ha demostrado que ella me lleva la misma cantidad de años en coraje. Porque he de confesar que –entre otras taras- los eventos públicos me paralizan y si no contara con el apoyo de mis amores en aquellos momentos críticos, haría el soberano ridículo (más que de costumbre, quiero decir).

Así pues, asistimos al acto de premiación que contó con los aburridos episodios y las sabrosas anécdotas de toda ceremonia y volvimos a Santiago pasadas las 11 de la noche. Y pese a lo tarde, mi madre me esperaba con un delicioso aperitivo para celebrar. En resumen, el día tuvo de todo: carreras contra reloj, llamadas para verificar el estado de salud de mi hija como también aplausos y risas. Sólo en la puerta de mi casa, me di cuenta de lo cansada que estaba. Apenas me podía el cuerpo. A esas alturas de la noche, todos en la casa dormían, así es que entré en silencio y fui dejando tiradas mis cosas en el camino. No me importó donde cayera mi chaqueta o mi cartera, sólo quería llegar a mi cama. Pero justo cuando iba a apagar la luz, vi flotando en el techo del living los globos de helio con que mis niños habían estado jugando.  La escena me quedó grabada a fuego. De hecho, no importa que esta foto se pierda algún día, porque sé que jamás olvidaré ese momento. Recordis  viene del latín y significa “volver a pasar por el corazón”, porque en ese entonces creían que la sede de la memoria estaba en el corazón. Y la verdad es que me tiene sin cuidado lo que diga la neurofisiología actual: doy fe de que aquella noche me acosté con el corazón pleno de memoria (y la misma sonrisa de los globitos).

PD: Si a alguien le interesa leer el cuento premiado, puede hacerlo en mi blog http://cuentosdenathalie.blogspot.com/

3 comentarios:

  1. Me encanta tu blog!! Y quiero decirte que para mi, tus aventuras son absolutamente conmovedoras.
    Un beso grande para ti y la Javi
    Tamara L.

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  2. Estimada: un agrado leer tu blog... no sabía que cosas cotidianas pueden ser historia ... me gustó eso del "recordis" lo adoptaré como mi ya sacrílego CARPE DIEM

    un abraz0

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  3. Que bonito día tuviste! Me recodó eso que dicen, que "los milagros ocurren todos los días y se descubren solo por aquellos capaces de ver"

    Un abrazo
    Barba

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